El cocodrilo

19.08.2009 10:32

El cocodrilo

Esa mañana llegó un alumno nuevo a la escuela. Lo raro era que no era un niño como todos ellos, sino un cocodrilo. Vestía un guardapolvo bien almidonado (que seguramente su mamá plancho esa mañana), lentes redonditos y un portafolios donde guardar sus cuadernos.

La Directora lo presentó a la clase y ella misma eligió el lugar donde se iba a sentar: en la última fila, así se podría acomodar tranquilo. Pero justo delante de él estaba sentado un niño grandote, de melena alta que no le dejaba ver el pizarrón. Y ese día no pudo hacer la tarea.

Al día siguiente, el lugar lo eligió la maestra. Al lado de la puerta, en la primera fila. Pero corría tanto frío, que entraba por una pequeña abertura, que no pudo concentrarse, y no pudo hacer sus deberes.

Al otro día, fue el portero quien eligió un mejor lugar (ya que conocía muy bien las aulas), y lo colocó en el extremo opuesto del aula, o sea, en un rincón al fondo. Pero resultaba que el cocodrilo no veía el pizarrón de lo alejado que estaba, y ese día tampoco pudo hacer su tarea.

Vino la Vicedirectora, que también conocía el colegio porque hacía muchos años que trabajaba allí, y lo puso junto al mejor alumno de la clase, que se sentaba en el medio del salón. Pero hablaba tanto, levantaba siempre primero la mano, que nunca lo dejaba hablar (no por malo, pero a veces cuando uno sabe la respuesta a algo, siempre quiere que lo feliciten, y eso hacía este niño).

La maestra se preguntó si le habían comido la lengua los ratones o si era tan mal alumno que no quería estudiar. Primero pensó que un ratón le tendría miedo a entrar a la boca de un cocodrilo, entonces se inclinó por la segunda. Ese día llevó una nota a su casa.

El cocodrilo se fue a su casa llorando. No entendía porque todo le salía mal, y no les podía hacer entender que no era un burro (ya sé, era un cocodrilo). Así que al otro día decidió llegar mas temprano que todos, incluso que la Directora. Entró a su salón, probó los lugares para ver desde qué lugar se veía mejor el pizarrón, trató de recordar quienes se sentaban delante de él para que no les tapara, y encontró un banco a su medida. Ese día todos pudieron conocer al cocodrilo, su voz, sus historias, lo que sabía, sus dudas, y llegó a ser abanderado al terminar las clases.

Desde ese día, el cocodrilo trató, con todas sus fuerzas, de encontrar su lugar donde vaya.

 

 

                                

                                                                                                                Maximiliano Fornari

                                                                                                                          27/07/09

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